jueves, 15 de septiembre de 2011

Rendición, parte segunda.

Creo que ya he recibido demasiadas señales del destino. Tal vez la razón por la que las dos relaciones han acabado tan estrepitosamente sea que no sentía compatibilidad. Uno no podía comprenderme y adaptarse a mí, aunque he reconocer que muy pocos, por mucho que traten de fingir, son capaces de tener una mente abierta dentro las relaciones, sacrificarse cuando es necesario; en cuanto al otro, el destino me ha hecho ver muchas veces que no debemos estar juntos.
Por otra parte, también puedo dar cabida a la posibilidad de que el problema no es que ellos no me entiendan, sino que yo no los entienda a ellos y esta sea mi forma de protegerme: echándoles la culpa. Sea como fuere, he llegado a un punto en el que renuncio a las relaciones. He sufrido demasiado en muy poco tiempo. El cuento ha terminado para mí, ya no aspiro a encontrar ese príncipe azul, ni a ser rescatado de oscuras tinieblas y temibles monstruos. No más canciones bonitas, ni libros románticos. Toda referencia al tema será vista con cinismo.

Daos cuenta a tiempo y madurad: el amor nunca sale de la forma que esperamos.

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