Es cierto que las cosas han cambiado, que he cambiado. Ya no soy aquella persona tan ingenua, tan débil que no permitía que su personalidad saliera a la luz, que se rendía ante cualquier adversidad, que no luchaba por aquello que quería...
No, eso quedó atrás.
Sin embargo, todavía me resulta casi imposible expresar mis sentimientos a las personas que deben saberlo. Puedo contárselo a los amigos más importantes, desahogarme, pedir consejo; pero nada más. Siempre por miedo a las consecuencias. ¿Y dónde me pone eso? En un lugar donde no tomo riesgos, donde no intento descubrir si hay alguna posibilidad de que yo gane. En parte por todas las resoluciones insatisfactorias que se han dado lugar en numerosas ocasiones.
Y así llegan los errores, las contradicciones, los malentendidos y las desilusiones.
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