Un día decidiste desaparecer. Sin más. Te fuiste para no volver. Todas las esperanzas que dejaste han resultado ser en vano una vez más. Ya no me sorprende, ya me he acostumbrado; aunque eso no significa que no siga doliendo.
Breves pero intensos pensamientos desagradables que se alzan en mi mente, ráfagas heladas de momentos inolvidables. Esa foto, enviada recientemente, que sigue recordándome cómo eras, con qué ojos me mirabas.
Los momentos son cada vez más fugaces, pero debo saber que nunca desaparecerán por completo. Nunca tendrán sustitución. Incluso, a veces, cuando llevo demasiado tiempo sin estar triste, me sorprendo a mí mismo y hasta me preocupo. Lo cual es, paradójicamente, preocupante.
Simplemente trataré de llevar a cabo alguna sustitución barata de "seguir adelante" y de aprovechar todas las oportunidades que se presenten.
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