No se cocina jamás para alguien a quien se odia... a no ser que seas Hannibal Lecter (en ese caso se cocina directamente a quien se odia). Pero tú y yo, cuando cocinamos para alguien, es porque le queremos, porque queremos quererlo, o porque cabe la posibilidad de que le queramos. Si echas la vista atrás en tu vida, te darás cuenta de que muchos de tus recuerdos más felices están unidos a la comida, a la celebración que supone sentarse alrededor de una mesa.
Sexo en Milán - Ana Milán.